Cogemos el teléfono.
Como siempre, estamos apurados.
Nos comunicamos con la mayor velocidad posible.
Respondemos un mensaje.
Ya no decimos “De acuerdo”, ni siquiera “OK”.
👍 es suficiente.
Pero, no somos ni modernos ni, mucho menos, originales.
Hacemos lo que los organismos más básicos han hecho desde el principio de la creación: evolucionar según la vía más fácil y rápida.
El lingüista americano George Kingsley Zipf (1902-1950) le puso su nombre a la ley de la abreviación en el lenguaje.
Descubrió que, no solo los humanos tendían a abreviar las palabras, también los animales abrevian sus sonidos más frecuentes, para optimizar la comunicación.
Las palabras más frecuentes son las más cortas.
La invención del alfabeto para reemplazar a los jeroglíficos también respondió a este principio, no era lo mismo tener que dominar unas pocas letras que miles de representaciones.
Según Zipf, este es un rasgo estructural de la naturaleza.
Una ley que premia el mínimo esfuerzo y por lo tanto, es aplicable a muchas más áreas que el lenguaje.
Generalmente, no aplicamos este concepto en nuestros negocios.
Hacemos todo lo contrario. Más esfuerzo para lograr un resultado.
¿Y si hay una manera mejor?
“No es la especie más fuerte la que sobrevive y tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que se adapta mejor al cambio”. — Charles Darwin —
Los negocios y el “mínimo esfuerzo”
Aplicar como mentalidad esta ley del mínimo esfuerzo puede generar muchas ventajas para nosotros como empresarios.
Es una mentalidad contraria a la habitual. Una que premia lograr mucho con poco esfuerzo.
El mínimo esfuerzo es aquel que permite resolver un problema o completar una acción minimizando el trabajo que, según lo habitual, se requiere.
Es una estrategia de inteligencia y adaptabilidad a las circunstancias.
Es todo lo contrario a la negligencia, la haraganería y el descuido.
El empresario que aplica este principio, simplemente, desea maximizar sus resultados: el mínimo esfuerzo significa un ahorro de energía y menos trabajo.
En la sociedad, donde el esfuerzo otorga mayor valor, tanto objetivo como subjetivo a los proyectos, trabajar duro es algo que llevamos haciendo durante mucho tiempo como seres humanos.
Trabajar de manera inteligente es un concepto más nuevo.
Una meta alcanzada se valora más cuando significa superar grandes obstáculos.
El problema es que un mayor esfuerzo no siempre genera mejores resultados.
Podemos hacer matemáticas “a mano”. Sumar, restar y hacer todas las operaciones manualmente, o también podemos utilizar una calculadora.
Por lo que la cantidad de esfuerzo invertido no es proporcional a los resultados obtenidos.
En realidad, en el primer caso desperdiciamos energía.
Jeff Koons es un escultor, empresario y pintor estadounidense.
El 15 de mayo de 2019 su escultura conejo 🐰 (Rabbit), hecha en acero inoxidable, alcanzó el precio más alto como obra de un artista vivo.
Se vendió en una subasta, en la casa de subastas Christie ‘s, por la suma de 91 millones de dólares.
Lo interesante de Jeff Koons es que él no crea sus obras.
Él emplea a un equipo de más de 100 asistentes altamente cualificados que hacen su arte para él.
Él hace la parte de pensar y otros hacen la parte enfocada en el trabajo.
Hay algo que podemos aprender de Jeff Koons.
Practicar el pensamiento inevitable. Es la profesión más bien paga en el mundo.
¡cita que nos gusta!
“Los tiempos difíciles crean hombres fuertes.
Los hombres fuertes crean buenos tiempos.
Los buenos tiempos crean hombres débiles.
Y los hombres débiles crean tiempos difíciles”.
– G. Michael Hopf –
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